La imagen personal

Felices, inteligentes con éxito. Vemos a una persona guapa y en un segundo nuestro cerebro comienza a tejer toda una red de atributos positivos a su alrededor. Nos la imaginamos con un buen trabajo y un buen coche, seguramente con éxito profesional, felizmente casada o en una relación de pareja satisfactoria. Puede que pensemos que viaja mucho, que tiene buenos amigos, que va a muchas fiestas, que no tiene problemas; que es, en definitiva, feliz, muy feliz.

Hagan la prueba. Piensen por un momento en gente guapa y digan lo primero que se les venga a la cabeza. ¿Qué les sugiere Angelina Jolie? o ¿Y Brad Pitt? ¿Cómo creen que son sus vidas? Y ahora, en cambio, prueben a hacer lo mismo con cualquiera de las personas anónimas que se cruzan cada mañana por la calle. No tienen que ser feas, ni mucho menos, simplemente normales.

Conocido como efecto halo, inferir destrezas, capacidades o atributos positivos a una persona con base a lo primero que se percibe de la misma, es universal.
Trabajo, amigos, pareja, círculo social, proyección personal. Todo está directamente relacionado con nuestra imagen. Está bien aquello del no importa lo que opinen de mí. Ahora bien; ¿Piensan que es realmente así? ¿Somos capaces de vivir al margen de lo que el mundo perciba de nosotros? Obviamente la respuesta es NO.
Claro que importa, y mucho.

A la hora de conseguir trabajo y lograr ascender en él, interactuar con personas, hacer amigos, tener pareja. La forma en cómo nos presentemos al mundo juega un rol determinante.
Proyectarse de forma correcta genera aspiración en las personas que nos rodean.
Tener estilo y conseguir que nuestra imagen sea acorde a nuestra edad, se proyecta en elegancia; cualidad que cuenta con un intenso sentido de persuasión.
Nunca debería ser subestimado.

Es un escándalo, pero lo sabemos –y puede demostrarse- que un empleado guapo obtiene más privilegios en su trabajo, un paciente atractivo puede recibir mejor atención por parte de un médico y un ladrón bien parecido puede gozar de mayor benevolencia por parte de la sociedad. Lo que es indiscutible, es que la belleza, es poder.
Vivimos rodeados de personas, situaciones y responsabilidades a las que debemos dar una imagen correcta. Nos interesa que así sea.

Lo cierto es que, vivamos donde vivamos, lo queramos o no, y aunque tratemos de resistirnos a ello, evaluamos a los otros en función de su apariencia física.
No lo podemos evitar.

¿Y tu imagen? ¿Esta siendo la mejor versión de ti?

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